Escuchas, pinchazos y controladores aéreos

titular el mundo 19 dic2010

El 28 de octubre el diario El Mundo abrió su portada con el siguiente titular: “La NSA espió 60 millones de llamadas telefónicas en un solo mes” y explicaba cómo y de qué forma la Agencia Nacional de Seguridad había llevado a cabo esas “escuchas ilegales” contra dirigentes políticos españoles, profesionales y ciudadanos en general. La denuncia del diario madrileño consiguió que todos los estamentos levantaran la voz contra la intromisión de los norteamericanos y sus espías en la seguridad de nuestro país.

Rápidamente me vino a la memoria algo similar que publicó, también en portada, ese diario de tirada nacional. Fue, primero, el 19 de diciembre de 2010 y decía: “Rubalcaba ordenó al CNI pinchar los móviles de los controladores”. El subtítulo de aquella noticia en exclusiva iba aún más lejos y explicaba el cuándo y el cómo: “El operativo se puso en marcha el 4 de diciembre tras declararse el estado de alarma de acuerdo con lo dispuesto en dos notas internas del Centro (se refería al Centro Nacional de Inteligencia)”.

Días después, el 10 de enero de 2011, el mismo diario y también en portada, iba más lejos con respecto al espionaje a que fueron sometidos los controladores aéreos por parte del entonces ministro del Interior: “El CNI revela a Rubalcaba datos personales de los controladores”.

Titular El mundo-CNITres sumarios de la propia portada aportaban una serie de datos fundamentales sobre aquellas operaciones, totalmente irregulares e ilegales.

El primero de esos sumarios decía: “Los servicios han investigado las vidas, actividades y propiedades de los líderes sindicales Cabo, Cela y Zamit”. El segundo era aún más conciso y concreto: “Han entregado al vicepresidente (hay que recordar que en aquella época Rubalcaba tenía las carteras de Interior, vicepresidencia y además era el portavoz del Gobierno) un dossier sobre el abogado de USCA, Francisco Maroto, sometido a especial seguimiento”. Y el tercero y último de los destacados rezaba: “Interior abre una investigación paralela para averiguar quién alertó a El Mundo sobre la actuación del CNI en el conflicto”.

En esta ocasión, las voces de los medios de comunicación y de los políticos, en general, no se levantó con la misma intensidad que el pasado día 28 de octubre, cuando supimos que los españoles habían sido escuchados y grabados por los espías norteamericanos.

Años después de aquellos hechos las preguntas serían: ¿Qué hizo el señor Pérez Rubalcaba con aquella información que obtuvo de forma irregular? ¿Por qué no actuó la Justicia ante una denuncia tan directa y concreta?

Y queda una última pregunta: ¿Qué ocurrirá cuándo los controladores aéreos vuelvan a reclamar sus derechos y se sientan a negociar su próximo convenio? ¿Volverán a ser espiados por los mismos agentes que un día sirvieron a otro Gobierno?

La respuesta la conoceremos tras la publicidad.

Una amenaza mayor que un artículo sensacionalista

Mientras nos recuperamos poco a poco de la indignación por el reportaje del Bild, que más de uno creerá patrocinado por el gobierno turco para recuperar los turistas perdidos, hay amenazas mucho mayores en el horizonte que el diario sensacionalista alemán.

Que los alumnos en formación para ser controladores aéreos se autosuspendan y alerten sobre su escasa preparación debería preocupar no sólo a AENA sino al Govern balear, convidado de piedra ante la pasividad de Fomento. No puede ser que unos aeropuertos que en verano se encuentran entre los más transitados de Europa corran el riesgo de estar en manos de personal que no cuenta, como ellos mismos explican, con los conocimientos suficientes para manejar un saturado espacio aéreo.

Bien está que se quiera ahorrar, que los recortes y la austeridad afecten también al sector de tierra de un negocio cada vez más afectado por la crisis, pero en ningún caso puede ser a costa de poner en riesgo la seguridad. No se trata de ser alarmistas, mucho menos de caer en el amarillismo facilón pero insistimos, son los propios jóvenes los que ponen en entredicho su capacitación. Y con eso, ni AENA, ni Fomento pueden jugar.

Este artículo ha sido publicado por Agustin Pery, director de El Mundo Baleares, el 25 de junio de 2013.

«Caza al controlador»

caza al controlador aéreo
caza al controlador aéreo

Puede que el titular de este artículo no sea el más adecuado, pero he de advertir que esas palabras forman parte de un documento de cuatro páginas que llegó a mis manos en noviembre de 2010, en plena imposición de un nuevo marco laboral a la profesión de controlador aéreo. Cuatro páginas, calificadas como «confidencial» por un autor anónimo, para explicar el «Quién es quien en la caza al controlador» –así se titulaba–. Fotografías de 19 personas y un breve currículo inventado por el susodicho autor, que en lugar de informar se limitaba a insultar con ironía.

El primero en la lista era José Blanco, el que fuera ministro de Fomento de José Luis Rodríguez Zapatero y la persona que se sacó de la manga una nueva regulación sobre la prestación de servicios de tránsito aéreo, además de fijar las condiciones laborales de los controladores a golpe de Real Decreto-ley.

«Empezó Derecho, pero no lo terminó. Nunca ha trabajado, ha sido siempre ficha del partido. Hábil manipulador. Ideólogo del presidente, vicesecretario general del PSOE. Ultimamente, muy en sintonía con Esperanza Aguirre». Así definía el citado documento a José Blanco.

Otro rostro conocido de esa lista era la actual secretaria general de Transportes de Ana Pastor y antigua directora de Navegación Aérea de Aena con Blanco, Carmen Librero. «Hueso duro de roer, apreciada como ‘el azote de los controladores’ entre algunos pilotos, las asociaciones de compañías aéreas y Fomento. Se juega su carrera (o sube o baja con esta campaña). Se rumorea que se presentó dos veces a control y la suspendieron», decía su currículo.

La sorpresa es que la que escribe también aparecía entre el equipo de personas que, supuestamente, iban a «la caza del controlador». Digo ‘sorpresa’ porque nunca pensé que hacer periodismo fuera perseguir a nadie. Pero, reproches aparte, he de corroborar el titular de este artículo: hubo una persecución en toda regla contra los controladores aéreos. Se usó a este colectivo como diana de una medida populista que tuvo éxito y consiguió convertir a estos profesionales en ‘apestados’ para la opinión pública.

Han tenido que pasar casi tres años desde entonces, con un cierre del espacio aéreo de por medio y 43 días de estado de alarma en España, para que, al menos, una parte de la Justicia dé la razón a este colectivo. Antonio Roma Valdes, fiscal de Santiago de Compostela, remitió, el pasado 11 de abril, un escrito al Juzgado de Instrucción número 2 de Santiago pidiendo que se desista de las actuaciones contra los controladores por el caos aéreo de los días 3 y 4 de diciembre de 2010.

«No consta acreditada la relación de causalidad entre las ausencias de los controladores aéreos imputados, con el cierre de este servicio público», reconoce el fiscal en ese escrito en relación a la interrupción del espacio español durante cerca de 24 horas. El juez Vázquez-Taín archivó la causa en Santiago. Le siguieron un juzgado en Telde, que cerró el caso en Canarias, y otro en Gerona.

No obstante, el pasado 17 abril, la Audiencia Nacional dio un vuelco al asunto y volvió a apuntar a los controladores como los causantes de aquel caos. Esta otra parte de la Justicia exculpó a la empresa pública Aena de todo mal, considerando que se vio «ante una situación imprevisible, insuperable e irresistible a corto y medio plazo».

Opiniones aparte, esa ‘caza al controlador’ ha dado un giro de 180 grados y se ha convertido en una ‘caza a los culpables’. La Justicia española es muy lenta, pero siempre llega cuando menos lo esperas, sino que le pregunten a Iñaki Urgangarín y a la hija menor del Rey. Por no hablar de Blanco y su presunta implicación en un caso de concesión de subvenciones irregulares a cambio de comisiones a cargos públicos (caso Campeón). La Justicia también llegará a los auténticos responsables del estado de alarma que mantuvo en vilo a España durante un mes y medio. Es cuestión de paciencia.

El bicho y la envidia patria

Una interpretación del caos aéreo desde la barrera

Javier Chicote

Un día indeterminado de los primeros meses de 2011, poco después del caos aéreo del 3 de diciembre de 2010, viajé a Sevilla junto a un amigo periodista para visitar a una fuente de información. El principal propósito del periplo nada tenía que ver con el asunto que ahora nos ocupa, pero aprovechamos el viaje para escuchar a un grupo de controladores aéreos que, obviamente, estaban muy preocupados por la imagen que de ellos se había dado tras los episodios que derivaron en la declaración del estado de alarma por primera vez en nuestra actual democracia. La opinión pública estaba claramente posicionada contra los controladores, que supuestamente habían abandonado su puesto de trabajo y habían amargado la existencia a cientos de miles de españoles.

A la hora de dibujar al malo de una película es muy importante dotarlo de una serie de características que lo hagan desagradable. En este nuestro país, ¿qué está mal visto? Ganar dinero, aunque no lo hayas robado. Es el fruto de la envidia patria. El entonces ministro de Fomento ya había sacado a relucir el asunto del sueldo de los controladores tiempo antes del caos aéreo, concretamente en enero de 2010. Dijo que había que reducirles el salario “hasta una media de 200.000 euros anuales”, partiendo de los “350.000” que cobraban en ese momento (intuyo que en esas cifras el ministro se refería al costo empresa, es decir, el sueldo del trabajador bruto más lo que paga AENA a la seguridad social por cada empleado, aunque no lo dijo). Simplificando, el país estaba en vilo, la gente tirada en los aeropuertos por culpa de unos indeseables millonarios que abandonaron su puesto de trabajo porque querían mantener sus privilegios. Esto agravado por el momento de crisis económica generalizada.

En el café de Sevilla, uno de los controladores dijo “yo no me avergüenzo de mi sueldo ni lo oculto: el año pasado gané 180.000 euros”. Yo no sé cuánto debe ganar un controlador, aunque como contribuyente sí creo que esas cifras son muy altas para una empresa pública. Éste sería un debate, pero más allá hay una realidad incontestable: el primer responsable de la cuantía de un salario es el pagador, AENA, el Gobierno. Si a mí mañana me convocan el director de mi periódico y el jefe de Recursos Humanos y me dicen que me van a pagar 200.000 euros al año porque yo lo valgo, porque lo negocio o por lo que sea, lo acepto con los ojos cerrados. Y si eso es excesivo, el consejo de administración de la empresa tendrá que pedirle cuentas a los responsables de la gestión, no desatar una campaña contra “el sinvergüenza del trabajador que gana una pasta”.

Hay una segunda realidad incontestable: la mayor parte de los operarios habían realizado el máximo de horas previstas en el Convenio y AENA se quedaba sin controladores, por eso el Consejo de Ministros del 3 de diciembre de 2010 tiró de decreto-ley y cambió el cómputo de horas, un pulso en toda regla a los controladores. Si una empresa se queda sin trabajadores un mes antes de acabar el año, digo yo que el error de cálculo o la falta de medios humanos será responsabilidad de esa empresa, no del trabajador. No voy a aplaudir las bajas que causaron cientos de controladores la fatídica tarde del 3 de diciembre, pero tengo bien claro quién fue el primer responsable de aquella situación: AENA. El bueno de Alberto Flores, que en el caso Filesa purgó sus penas y, sobre todo, las de otros que ni se despeinaron, siempre me dice “Javier, el mejor amigo del hombre no es el perro, es el chivo expiatorio”.

El de Sevilla fue mi primer encuentro con controladores aéreos. De los posteriores, de la consulta de otras fuentes y de la observación crítica de la realidad, me atrevo a sacar una conclusión: AENA quería privatizar una buena parte de sus activos. Importantes grupos constructores y de servicios estaban interesados y ya se sabe que cuando un inversor compra un edificio, éste vale más si no tiene “bicho” dentro, por eso había que meterle mano a los controladores. El primer paso era  ponerlos en la diana.

La prensa y los sectores ‘socialmente protegidos’

En diciembre de 1990, un grupo de mineros se encerró voluntariamente en un pozo de Hunosa en Asturias. Protestaban contra el cierre de algunas minas poco rentables.

Un grupo de periodistas cubrimos la noticia. Durante varios días, otros mineros cortaron la autovía de la Plata y se enfrentaron a la policía con cohetes, piedras y dinamita. El Gobierno pidió refuerzos a los antidisturbios de León y Palencia. Fue un caos que sufrieron miles de conductores.

Días después, los mineros salieron a la superficie. Sus familias les esperaban. Todos lloraron porque no habían podido salvar las minas.Las crónicas periodísticas destilaron tristeza, nostalgia y cariño. ¿Por qué no sucede lo mismo cuando protestan los controladores aéreos? Por varias razones: la primera, porque no es comparable el colapso de la autovía de la Plata con todo el espacio aéreo de España. La segunda, porque los controladores ganan más, y en España hay que pedir perdón por ganar dinero. Y la tercera, que para mí es muy importante, porque en España hay colectivos ‘socialmente protegidos’. Los mineros pertenecen a ese sector. El duro tajo, la falta de luz, la silicosis…

Voy a poner otro ejemplo: un sector ‘socialmente protegido son los agricultores. Si colapsan las carreteras interceptando camiones, el ciudadano les apoyará sentimentalmente. Ya se sabe: la dura vida de agricultor, de sol a sol, extrayendo de la tierra sus frutos…

Da igual que el agricultor tenga un tractor con aire acondicionado, gane mucho, o que su nivel de responsabilidad sea menor que el del controlador que vigila los movimientos de decenas de aeronaves, y por tanto, de miles de pasajeros. El agricultor y el minero pertenecen a sectores ‘socialmente protegidos’. Los periodistas les tratarán bien.

Es una cuestión sentimental.